es allá arriba en la cima de los vientos o en la masa cruel
que domina esta tierra día a día, insólitos
todos escondidos en la nada, perdidos en esperanza hecha sopa en la camiseta,
no quiero irme tan cerca como para poder hablarte al oído, de donde me sacaste?
a donde vamos tan rezagados, esperando al león de la muerte que nos haga
alimento y volver como siempre al puto polvo. yo te extraño, todos los días te
extraño. cuando estoy solo como una polilla rebotando en los techos y paredes
que no me dejan salir y ni siquiera me muevo de la cama porque la polilla está
adentro de la cascara. inevitable. no puedo escribir más así, para los muertos,
para el silencio, y sin embargo todos los días soy un poquito mejor, más
deteriorado, más sabio y más hijo de puta. tantas veces decidí mantenerme
afuera, escaparme del sentido de la silla, el arroz y el vaso de vino, como me creí
un iniciado, como aconseje con una sagacidad asombrosa a algunos que se
acercaron a mi por tristeza, envidia o curiosidad. pero no había nada de eso,
no existía nada porque al fin mi lugar estaba decidido y nunca fui más que un
simple en este espacio gigante que nos
dieron y jamás supimos saborear. pero todavía así puedo sentir, creo que lo
logro, ante algo tan habitual como el techo dibujado por mis sueños, todavía
puedo hacerlo, y me hace sentir más cerca de todo, pienso que mientras pueda
sentirme en facultad de llorar un poco el mundo que invente para existir funciona de pi a pa, soy yo. aunque suelo
desaparecer y tengo esa especie de don de no permanecer mucho tiempo en la
mente de las personas. no es fácil ser un camaleón correctamente, no es fácil
que nadie te recuerde. pero así me mantengo libre, de la línea de libertad en
la que la piel no sirve para nada, el camino del nudo en la garganta y la
angustia tiene pocos adeptos, porque cualquier imbecil puede buscar la
felicidad. me acuerdo cuando dijiste que querías hablar con el intendente, que
era un escandalo todo este asunto de los mosquitos, y liquidando el vino tibio
de un solo trago te pusiste las ojotas y en pleno traje de baño encaraste la calle de tierra atormentada por el sol con
la furia encantadora que soltabas a veces . yo espere unos minutos a que
volvieras pero no, y el intendente estaba a veintitrés kilómetros, pedí
prestada una bicicleta y te fui a buscar. si te hubieras visto como yo te vi,
encendida en odio a todos, manoteando el aire para espantar el pasado,
entenderías las últimas palabras que te dedique. pero nadie resiste mucho
tiempo a la muerte sentada en la misma mesa, vos no tenes la culpa, es que hay
lugares en los que no crece nada, sencillamente. ahora mientras el perro me
mira voy a volver a la cama, donde están todas las revoluciones verdaderas, donde nace la vida y la muerte,
donde puedo seguir creando un lugar que no tiene techos para poder ir pronto y
dejar la puerta abierta, hasta que alguien decida olvidar todos los caminos, y
encontrarme al fin.
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