Historia breve para perros sin esperanza
El tiempo pasado se fue, cada segundo es nuevo.
Y cuando creí que todo estaba efectivo y verdadero, desde una jaulita de plástico, anestesiado, escucho la lluvia golpear contra el parabrisas. Largos años en el calor antártico de un par de calles de la provincia me enseñaron ke un perro sin dueño, es un humano sin sombra.
La delicadeza de dejarme la caja fue una suerte de alivio, aunke esa caja, era el último soldado de una guerra perdida. Intentando aceptar las cosas, con remedios como la fortuna, el karma o algunos tragos de agua de lluvia, la ruta se hizo más amena. Sostuve mi paso por varios kilómetros, una vez agotada toda energía física, me deje caer.
A la mañana la lluvia se había ido, también las nubes negras, acepte un poco de sol, y funciono. Soy un animal joven, pensé, a pesar de todo, sigo siendo un animal joven.
Y seguí, el paraje constante era monótono, un arpa con una sola cuerda, pero en el campo las cosas son así, distendidas. Camine todo el día, y el sol se fue yendo revelando un punto de luz, un lugar habitado, una ciudad de hombres. Fue creciendo y era menos de lo ke esperaba, pero quizás mi próximo dueño viva ahí. En la entrada habia una rotonda, esas de los pueblos, unos cientos de metros mas adelante entre dos hileras de sauces, la calle principal avispada por la tarde noche del domingo se hizo presente.
Todos vestían parecido, camisa a cuadros, jeans, algunos más tradicionales alpargatas y boina, pero la constante era lo impersonal. Había un fuerte sentido de pertenencia en el lugar. Camine, algunos me miraban (kiero aclarar ke nunca fui un perro particularmente bello, aunke si interesante, si un perro puede ser eso) otros me llamaban y después de aburrirse de mi pelaje o de sentir mi olor a humedad me hacían fus fus, ke en el mejor de los casos iba acompañado por un pedazo de empanada o de pan.
Ese fue el primer día de muchos similares.
Con el tiempo fui a convertirme en “manchita”, y kiero resaltar ke no es nada original, pero si ese era el precio de vivir disimuladamente bien, podía aceptar ser “manchita”.
Resulto ke todos los comerciantes, en su mayoría del ramo de la gastronomía, me kerian locamente, recibía caricias, comida de diferentes tipos, y eventualmente defendía la cuadra de algún perro invasor. Todos destacaban mi valor, es ke en realidad, simplemente, no tenia mucho ke perder.
Los años pasaron sin sobresaltos.
Y asi, por el karma o la fortuna, un día erre una dentellada amistosa alcanzando a una niña en la mejilla. Broto la sangre y me regó el hocico, y los gritos advirtieron a los más cercanos, a los comerciantes, a los consumidores, convirtiendo mi error fatal en el desorden violento ke agitaba esa inmensa paz campesina. Observe el tumulto de personas anonadado, conciente de mi responsabilidad, pero sin poder mover un músculo. Hasta ke cayó la primera piedra y la sentí en el lomo.
Corrí, como siempre en mi vida, corrí para alejarme, para crear una distancia sana con todo lo ke estuviera por fuera de mi existencia. Y en el éxtasis de la huida, una vez mas, se hizo presente la ruta, esas dos tangentes paralelas, ke desembocan en un universo siempre nuevo.
Y el murmullo, los gritos y los insultos, todavía se escuchaban en la noche.
Pero como siempre dije, el tiempo pasado se fue, y aunke este cansado y algo viejo, cada segundo es nuevo.
hj
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